Por Wendy Funes
Tegucigalpa, Honduras (AJD). “La deportación es una sentencia de muerte. Mi hijo no puede volver a Tegucigalpa, allá los pueden matar». «La Pandilla 18″ ya lo ha amenazado», dijo Javier, un padre de 57 años, que fue deportado con su hijo a finales de octubre.
Ese testimonio forma parte de los hallazgos del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC).
Una delegación de NRC visitó el país el 7 y 8 de diciembre pasado.
Según un reciente diagnóstico del NRC, más del 20 por ciento de los jóvenes deportados a Honduras habían vivido en contextos de violencia antes de huir del país y ahora tienen demasiado miedo de volver a casa.
“Este no es un país en guerra, pero la violencia es comparable a una zona de guerra. El desastre de esta violencia presente en la ciudad, se puede ver y se puede sentir. Los jóvenes y las madres de la caravana en la frontera entre Estados Unidos y México son un síntoma de esta crisis. Los mismos delitos de los que huyeron los están esperando cuando son deportados”, dijo Jan Egeland, Secretario General del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC).
“Estas familias huyeron de la violencia y la desesperanza. No deben encontrarse con gases lacrimógenos y un boleto de regreso. Los tomadores de decisiones deben mostrar humanidad, cumplir con los principios humanitarios internacionales y dejar de usar esta crisis para obtener beneficios políticos nacionales”, manifestó.
Egeland reveló que más de 67,000 hondureños desplazados -que intentaron escapar de la violencia y la pobreza- han sido devueltos desde Estados Unidos y México en lo que va del año. Muchos vuelven a ser desplazados en Honduras, ya que no pueden regresar a sus hogares.
“Es increíble que difícilmente haya fondos para los programas humanitarios de educación y medios de vida para los jóvenes en Honduras. Aquí solo hay incentivos para huir, salvar tu vida y tener algo de esperanza», agregó.
Cifra récord
Este 2018, el número de hondureños retornados en contra de su voluntad es récord, con un incremento del 25 por ciento respecto al año pasado. En los últimos años, aproximadamente 100,000 hondureños forzosamente desplazados son jóvenes menores de 29 años.
Las violaciones de los derechos humanos, incluidos homicidios, feminicidios, reclutamiento forzoso de niños, extorsión, violencia sexual, tortura, desapariciones forzadas y secuestros son generalizadas en Honduras. Entre enero y septiembre de 2018, más de 2,700 personas fueron asesinadas en esta pequeña nación —el equivalente a 10 personas por día.
Una enorme distorsión en la distribución del ingreso está alimentando la violencia brutal y los flujos migratorios. Honduras se encuentra entre los países con mayor desigualdad de ingresos y la pobreza es muy preocupante.
Egeland apoya la idea de un «Plan Marshall» para América Central, pero advierte que no hay soluciones de inversión a corto plazo para acabar con la violencia extrema: “Necesitamos abordar la raíz del problema. Las personas necesitan ver y acceder a oportunidades en casa y deben obtener la protección que merecen. No podemos seguir sorprendiéndonos porque las familias decidan irse cuando la vida de sus hijos está en peligro. Hoy, las familias no tienen muchas alternativas: pueden ocultar a sus jóvenes o ayudarles a huir de nuevo”, dijo Egeland.
“El Gobierno de Honduras debe garantizar que las personas obligadas a huir de sus hogares estén seguras, sean asistidas y tratadas con dignidad.”
Jan Egeland
tubo@nrc.no
Información sobre NRC en Honduras: https://www.nrc.no/countries/south-america/northtriangle/
Historia de caso: https://www.nrc.no/perspectives/2018/i-think-he-felt-something-was-goingto-happen-to-him/
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